DAR EN EL BLANCO:
DICTADURA Y ANTISEMITISMO
Análisis sobre la judeofobia durante el Terrorismo de Estado (1976-1983)
Lautaro Brodsky
¿Por qué tanto odio a los judíos y tanta admiración -por parte de un personaje siniestro como el ex jefe del I Cuerpo de Ejército, Suárez Mason- por Israel, aun temiéndolo en la trama de su paranoia irracional, alimentada por mitos como el del Plan Andinia? Esa es la indagación latente que se esconde tras la tenaz investigación del autor en un original y exhaustivo trabajo de análisis e interpretación acerca de por qué el sionismo avanzó unos cuantos casilleros en la consideración de los antisemitas, pese a que el antisemitismo de los totalitarios no amainó ni un céntimo. A continuación, transcribimos el segundo capítulo de este libro.
¿La última dictadura militar fue antisemita?
Esta pregunta es indispensable, puesto que el establishment comunitario, entre 1976 y 1983, afirmaba a quien quisiese escucharlo que el régimen no era antisemita, que la vida judía se desarrollaba normalmente y que no había pogromos a la vista. Pero bien se preguntaba Jacobo Timerman en Preso sin nombre, celda sin número: “¿Todo antisemitismo tiene que terminar en jabón?”.1
Después de la Segunda Guerra Mundial y derrotado ignominiosamente Hitler y el nazismo, el antisemitismo se volvió más solapado, al convertirse en políticamente incorrecto para la diplomacia mundial. Por lo tanto, un régimen antisemita de posguerra ha de tratar de encubrir su judeofobia al escrutinio público, pero lo desplegará abiertamente en las mazmorras y los centros de detención. No obstante, es imposible para los dictadores ocultar su afinidad ideológica con las más aberrantes expresiones judeofóbicas. En una oportunidad, Videla invitó a la Casa Rosada a varios intelectuales de la cultura. Entre los invitados estaba Jorge Luis Borges, pero al lado de un escritor de esa talla, Videla no tuvo empacho en incluir al sacerdote católico, nacionalista y declaradamente antisemita, Leonardo Castellani, quien tildaba a los judíos de apátridas y que, en 1945, ante la derrota del nazismo, afirmó que el gueto era el único medio para resolver el problema judío.2
El genocida Ramón Camps, jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, decía sin tapujos “que con Hitler tengo algunas coincidencias, por ejemplo, mi interés humanista por salvar al hombre y luchar permanentemente contra la campaña comunista llena de mentiras.” Con personeros del régimen militar de esta calaña, no es casualidad que las bandas neonazis de Biondini y Pampillon reivindiquen tan enfáticamente a la Dictadura.3
Pero donde más se trasluce el carácter antisemita de la Dictadura es en la misma implementación del genocidio, eje central de su política, en función de la proclamada “pacificación”, supuesto requisito previo para la “reorganización nacional”. En el caso Scilingo, la Audiencia Nacional de España, en el punto 2 de “El Plan de Ejército y la ideología del proceso de reconstrucción nacional”, afirma:
“Por ello, a partir de aquella fecha -el 6 de octubre de 1975- los responsables militares máximos de los tres ejércitos y los policiales y de los servicios de inteligencia ultimaron los preparativos en forma coordinada para tomar el poder y el desarrollo a gran escala del plan de eliminación y desaparición sistemática de personas de los diferentes bloques de población, clasificándolas bien por su profesión, adscripción ideológica, religiosa, sindical, gremial o intelectual e incluso étnica y que afectaría a estudiantes, trabajadores, amas de casa, niños, minusválidos o discapacitados, políticos, sindicalistas, abogados, judíos y en general, cualquier persona o sector que entendían opuesto a la selección realizada, so pretexto de desarrollar o participar en actividades supuestamente terroristas y contrarias a la que denominaban ‘la moral occidental y cristiana’ y que incluso dio pie también a la represión por motivos religiosos contra todos aquellos que no perteneciesen o discrepasen de la doctrina ‘oficial’ católica, según entendía la cúpula militar. Así, el general Videla había anunciado en la 11ª conferencia de los ejércitos americanos (Montevideo, 1975): ‘en la Argentina van a tener que morir todas las personas que sean necesarias para lograr la seguridad del país’.” La Justicia española, ciega frente a los crímenes del franquismo, no ha tenido dificultades en reconocer el antisemitismo de la dictadura genocida argentina.4
En los cuarteles eran comunes las expresiones antisemitas hacia los jóvenes conscriptos de origen judío que cumplían el servicio militar obligatorio. Esto también quedó palmariamente registrado respecto de los soldados judíos que combatieron en la guerra de Malvinas.
El establishment sionista apaciguó todas las denuncias contra el régimen cívico-militar del ‘76. De hecho, la dirigencia sionista (DAIA, embajada de Israel) negaba el antisemitismo de la Dictadura. Israel negociaba con el gobierno militar, apoyándolo económica y militarmente en las misiones contrarrevolucionarias en Centroamérica, un interesante mercado para el negocio armamentístico israelí. Aun así, el hijo de Nehemías Resnizky, presidente de la DAIA, fue secuestrado, aunque el padre luego haya usado sus contactos para salvarlo. Eso le fue reprochado siempre por los familiares de desaparecidos judíos en la Argentina: “Hay desaparecidos de primera y de segunda.”5
Alfredo Neuburger recuerda que Ana Nirgad, esposa del entonces embajador israelí, narró que, durante un coctel en la embajada, un militar le preguntó: “¿Por qué en este país hay tantos judíos entre los subversivos?”, a lo que la señora Nirgad contestó: “Interesante pregunta, general. Pero déjeme que le haga otra pregunta que me ayude a contestar la suya: ¿por qué hay tantos militares antisemitas en la Argentina?”6
Desde el propio discurso, los militares se oponían a cualquier forma de diversidad o pluralidad. Según la ADL (Liga Antidifamación, organización estadounidense que proclama combatir el antisemitismo), “los judíos tenían menos chances de ser liberados que el resto”. Varios oficiales tenían relación íntima con la revista Cabildo (de derecha, xenófoba y antisemita), a tal punto que los miembros de la Junta le comunicaron a Jacobo Kovadloff, director del American Jewish Committee, que esa revista era “intocable”.7
Del antisemitismo de las Fuerzas Armadas han participado históricamente ideologías como la nazi y el nacionalismo católico -este último, de gran predicamento en el ámbito castrense- que, aunque no son estrictamente lo mismo, tienen muchísimos puntos de contacto. La judeofobia militar tiene una larga trayectoria en nuestro país, comenzando por el pogromo de la Semana Trágica -perpetrado por la Liga Patriótica Argentina, junto a las fuerzas militares y policiales de la nación-.
La denominada lucha contra la subversión, según se desprende de los propios discursos oficiales en tiempos de la Dictadura, apuntaba directamente contra aquello que los militares denominaban “el comunismo ateo”, pero era también una lucha contra toda forma de pensamiento plural, en aras de defender, según afirmaban los personeros del régimen, los valores de la cultura “occidental y cristiana”. Dentro de esos valores no encajaba, obviamente, el judaísmo. La ideología del proceso, diversa dentro de un espectro proto-fascista, promovía el conservadurismo social, en aras de defender las jerarquías, la supremacía castrense y la idea de la nación católica.?
Citas bibliográficas
1. Timerman, Jacobo, Preso sin nombre, celda sin número, El Cid, Bs. As., 1982, p. 71.
2. Lvovich, Daniel, Nacionalismo y antisemitismo en la Argentina, Javier Vergara, Bs. As., 2003, p. 402-3.
3. Finchelstein, Federico, La Argentina fascista. Los orígenes ideológicos de la dictadura, Sudamericana, 1ª. ed., Bs.As., 2008, p. 193.
4. Lipis, Guillermo, Zikarón - Memoria: judíos y militares bajo el terror del Plan Cóndor, Del Nuevo Extremo, 1ª ed., Bs. As., 2010, pp. 202-3.
5. Goldman, Daniel y Dobry, Hernán, Ser judío en los años setenta. Testimonios del horror y la resistencia durante la última dictadura, Siglo XXI, 1ª. ed., Bs. As., p. 99.
6. Lotersztain, Gabriela, Los judíos bajo el terror, Ejercitar la memoria editores, 1ª. ed., Bs.As., 2008, pp. 193-4.
7. Senkman, Leonardo, El antisemitismo en la Argentina/3, CEAL, Bs. As., 1986, pp. 263 y 286.